Un día algo especial, aunque recuerdo aquellas nubes grises a punto de llover, un día en el que empezaba una nueva rutina. Entré en aquel lugar, un tanto desconocido. Yo sonreía, como de costumbre, aunque los nervios se apoderaban de mí. "Tienes una sonrisa demasiado bonita, una sonrisa que alegra la vida" me dijo. Justo en ese momento comprendí que, cueste lo que cueste, hay que sonreír, porque, quien sabe... quizás alguien se enamore de tu sonrisa, y, si no sonríes tu... nadie más lo hará por tí. A si que nunca dejes de hacerlo, sonriendo puedes alegrar el día a muchas personas, tanto a las que conozcas, como a las que no, hasta el punto en el que se vuelvan adictas a ella, y sea imprescindible en sus vidas.
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